Cuenta una leyenda que las palabras no mueren, solo cambian de lugar en la memoria. Por eso, hace mucho mucho tiempo, una gran soñadora inventó un sitio para ellas. ¿Quieres saber que tienen que contarte?
Suena el despertador, el maldito despertador con música cutre. Despierta. Cuarto día en Oliva, cuarto día en la playa, cuarto día de este verano perfecto, pero cuatro días menos para regresar.  Todas nos levantamos con desgana, unas se meten en el cuarto de baño, otras se quedan en su habitación. Yo, salgo a desperezarme al balcón, con el pelo despeinado, y con ese pijama indecente. Ya ha amanecido, el sol reluce con su calor característico, pero ahí está él para eclipsar al tempranero. Al igual que yo, el pelo despeinado, pero sin camiseta, solo con sus pantalones guays. Me doy cuenta de su presencia y él se percata de mi existencia, me mira, le miro, sonríe con su sonrisa perfecta, se me ilumina la cara de atontada que tengo y me acerco más a la barandilla para sentirme más cerca de él: “Hola” – le doy los buenos días a mi manera y él me responde con su dulzura propia: “Buenos días, cariño”.
Tras arreglarme y arreglarse esperamos juntos al resto de la colonia, sentados en el primer escalón de nuestros apartamentos.  Su brazo me rodea la cintura, el primer abrazo del día. Me apoyo en él, baja su cabeza y ahí está el primer beso de la mañana.
Hora de desayunar, tazas, platos, cucharas, leche, magdalenas, cereales, cola cao, y tonterías.
El sol ya está alto, y la pequeña playa se despierta mientras caminamos en grupo hacia la escuela. Empieza el día, nos dividen en dos agrupaciones. Me toca con él, menos mal. Se proponen las actividades para el día, esta mañana: Windsurf. Repetimos la teoría, subimos al “simulador”, hago el ridículo, se ríe de mí, y le sonrío aunque se ría. Uno tras otro subimos y aprendemos a sostenernos de pié en la tabla. Llega la hora de la verdad, nos ponemos lo chalecos y en parejas sacamos las tablas al mar. Le cojo de la mano y le arrastro para que me ayude a sacar la nuestra. Bueno, más bien la saca él solo, yo mientras le observo. La tabla toca el agua y entonces es cuando empiezo a ayudar, ahora es más fácil. Le toco el culo, y cuando me intento separar de él para adentrarnos, me coge de la mano,  me da la vuelta, y el beso es inevitable. “Te quiero” – respondo a su acción. “Pues yo te amo” – me sonríe con sonrisa pícara y le hago burla. Ahora tenemos que aplicar todo lo aprendido. “Tú primera”- me sonríe. Intento ser valiente, y subo a la tabla, procuro mantenerme en pie, pero es difícil, y en escasos segundos caigo, al parecer, en sus brazos. Le sonrío, le beso, le abrazo, me aproximo, le toco, le siento, y él me responde con más ganas. Le toca a él, si intenta hacerse el valiente, lo ha conseguido, no hay nada que demuestre la más mínima inseguridad. Ya en pié sobre la tabla, tira de la driza y sustenta la botavara con fuerza, ahora está en manos del viento y su equilibrio. Me encanta observarle sin que él se dé cuenta de que lo hago, creo que por eso me gusta, porque no sabe que le quiero más de lo que él se cree y que me embelesa con un suspiro. Estoy segura de que esto sí que es amor, y lo demás tonterías. Cada segundo que pasa se aleja, el viento va a su favor y le incita a ir más rápido. Demasiado rápido. Uno, dos, tres… al agua. Nado como un pato hasta él, no hago pié, él sí. Me agarra del culo, lío mis piernas a su costado, y me da un abrazo alentador, un abrazo mudo que grita amor, y con un: “No ha pasado nada” me agarra a mí y a la tabla y nos saca del agua.  
Se nos agota el tiempo, tenemos cinco minutos de descanso para bañarnos y secarnos. Nos quitamos los chalecos, los lavamos en agua dulce y los colgamos en su sitio. Volvemos al agua, y de la misma manera que antes, me coge y me lleva a una zona profunda donde no pueda escapar de sus manos ni su boca. “Voy a comerte”. Exhalo un suspiro  y sin esperar una respuesta clara sus labios se posan en cada parte de mi cuerpo.
Salimos de la playa, y a lo lejos: La Gavina. Menú: Patatas y algo más, ¿qué será? Semejante al desayuno, risas, tonterías y bolitas de pan. Las comidas con ellos son todo un show, y con él, aún mejor, besos, caricias y amor bajo la mesa. Su mano y mi vestido, cómplices de la diversión.
Momento de relajación, hora de la siesta, juegos de cartas y bromas. Tumbados bajo la litera, su cama, huele a él, me abraza por detrás mientras yo me hago la dormida, no sabe cuánto me gusta que lo haga. Me besa el pelo y me susurra al oído, se cree que no le oigo, pero me deleita con cada palabra. Me tiene ganada con el roce de su piel.
Cinco y media de la tarde, vuelta a la playa, actividades en arena.  Voleibol, nada del otro mundo, a él le toca con una parte de las chicas, a mí en un equipo mixto. Él liga, a mi me comen un poco los celos y en cuanto nos damos cuenta ya estamos otra vez agarrados, que se fijen bien las chicas de su grupo, que es mío.
Patatas con algo, de cena, y a prepararse para “la gran noche”. Por supuesto, bien acompañada.

Tejares #

Riendo. Tonteando. Andando por la calle más transitada de toda la ciudad. La calle de los jóvenes, donde se respira ilusión, alegría, sueños. Bares, fiesta y chicas. Eso buscan.
De repente todo se para. Alguien sonríe y se abre paso entre la gente una chica con una sonrisa de oreja a oreja, y corre, intentando alcanzar a los chicos que ríen y tontean mientras andan. Recuerda la semana que ha pasado, mala desde luego… se había enfadado con él y llevaba mucho tiempo sin verlo, pero ya no le importa, ha decidido no desperdiciar el tiempo,  regalárselo a sus amigas, que la quieren de verdad.
Alguien le tapa los ojos. Sus amigos se paran y se quedan petrificados. ¿No estaban enfadados? Él sonríe y bromea, no se da cuenta de lo que está haciendo. Ella, mantiene sus dos manos en los ojos de él y se acerca. Le da un tierno beso en la mejilla y suelta las manos.
Él sigue sonriendo, pero ahora no entiende nada, se ha pasado con las bromas, y se avergüenza un poco. Aún así, se siente bien teniéndola en frente, hacía tanto que no la veía… ¡Tiene que preguntarle!:
-¿Qué haces aquí?
- He venido a despedirme.
- ¿Te vas?
- De tu vida.
La chica, sin perder la sonrisa, se da media vuelta y vuelve con sus amigas, que la esperan contentas por que vuelva a ser ella, por verla feliz.
Ahora en la calle ya no se respira ilusión, ni sueños, ni alegría. Ahora se respira desolación. La ha perdido, y lo único que le queda de ella es un beso y los malos recuerdos de cómo la ha tratado, ¿por qué jugaría así con la persona que más le ha querido?

MICROmicrorrelato #

-¿Estás? ¿Hola? ¿Hay alguien en casa? – cerró la puerta de la calle suavemente. -¿Princesa?
Todas las luces apagadas, se respira tranquilidad, que raro. La puerta de la habitación abierta, una vela, un dulce aroma a… ¿rosas? El baño, está cerrado, pero sale una suave luz de dentro… ­
- ¿Estás aquí?- sonríe y se asoma. El baño está precioso.  Velas y mas velas rodean la pequeña bañera llena de espuma. La luz tenue crea un ambiente cálido y el vaho cubre las paredes.
Unas manos lo abrazan por detrás  y una boca le susurra al oído: Amor.  Él agarra esas manos que se aferran a él con fuerza y las acaricia. Sonríe, no puede ser más feliz. Nadie le puede hacer más feliz que ella.
Un minuto, dos, tres. Ríen, disfrutan, juegan, se mojan en la bañerita en la que no caben, pero no importa. ¿Qué hay más importante que el amor que siente el uno por el otro?
Y es que cuando están juntos todos los problemas se desvanecen,  el instante de un beso es suficiente, y ya no queda más, solo reír, soñar y disfrutar.

Microrrelato #

De repente, abrió sus profundos ojos grises como platos, se incorporó de la cama asustada y dejó colgar sus pies.
-  ¿Qué pasa, cariño? – Gabriel la abrazó por la espalda y empezó a olerle el pelo cariñosamente. Después, lentamente, posó sus labios en la mejilla de Abie. - ¿Ya estas otra vez? – La abrazó más fuerte, y sintió las lágrimas de Abie recorrer sus suaves mejillas. – No, Abie, no empieces. – Abie no decía nada, pero Gabriel la comprendía perfectamente. Recogió sus lágrimas con la mano mientras sentía como los salados cristales de su pequeña le rompían el corazón, y la volvió a abrazar, pero esta vez de forma diferente, como si estuviera meciendo a un niño pequeño, y es que, Abie, era su princesa.
Abie lo sabía, sabía que ni la ausencia ni el tiempo son nada cuando se ama de verdad, pero le dolía, esta vez sí que sentía como el miedo se apoderaba de ella.
A Uganda, destinado a Uganda. ¿Cómo podía ser verdad? ¿Gabriel era capaz de matar gente? ¿Gabriel era capaz de dar su vida a cambio de nada? Abie no quería creérselo. Gabriel, suave, simpático, dulce… y sobre todo, joven.
Pero, aún así, Abie no iba a desaprovechar el tiempo, quería perderse en cada lunar de su cuerpo y quererlo como si no hubiera mañana.
Y es que, aunque las apariencias engañan, esta era su última noche.

Una vuelta de vuelta.

¡Buenas tardes, errantes!
Como veréis he cambiado completamente este blog y la verdad es que estoy muy satisfecha con él ahora mismo.


He cumplido uno de mis objetivos después de verano, y a partir de ahora este blog será de microrrelatos y pequeñas historias.


Un beso muy fuerte a todos.


Mía Rain

Mike era...

Egoísta, egoísta como el solo, egoísta por hacer llorar a Tina pidiéndole algo tan obvio como que no le olvidase. ¿Acaso es fácil olvidar un gran amor? Ni la ausencia ni el tiempo son nada cuando se ama.
Los grandes amores dejan huecos de soledad

Y el tiempo se está marchando...

Nunca te olvides de mi...
Mike