Se levantó temprano, desayuno poco, recogió su habitación, eligió la ropa de ese día, abrió la puerta del baño, dejó las cosas encima del lavabo y entró en la ducha.
Reguló la temperatura del agua, se mojó los pies y poco a poco el resto del cuerpo, cerró el grifo y se lavó el pelo lentamente, se enjabonó el cuerpo y se aclaró. Salió de la ducha en albornoz y con una toalla liada en la cabeza.
Esperó un rato a secarse mientras se pintaba las uñas de las manos color negro como el ónix.
Al terminar de secarse deslió la toalla de su cabeza y se peinó el pelo para más tarde secarlo con secador. Sacó las planchas de un cajón y las enchufó a la corriente, cogió un peine y mechón a mechón se alisó el pelo. Se arregló el flequillo y fue a su habitación, se vistió con la ropa que había preparado, se calzó sus manoletinas azules y cogió las llaves de casa.
Al salir, cerró la puerta y montó en el ascensor.
Pisó el asfalto mojado por la lluvia de la noche anterior y se dirigió a la estación de metro más cercana, en la que había quedado con él.
Ahí estaba, esperándola sentado en una barandilla. Ella se acercó y cuando él se dio cuenta de su presencia se le dibujo una pequeña sonrisa en la cara.
Y los dos juntos, de la mano, fueron a enfrentarse a su mayor enemigo: El Tiempo.
Reguló la temperatura del agua, se mojó los pies y poco a poco el resto del cuerpo, cerró el grifo y se lavó el pelo lentamente, se enjabonó el cuerpo y se aclaró. Salió de la ducha en albornoz y con una toalla liada en la cabeza.
Esperó un rato a secarse mientras se pintaba las uñas de las manos color negro como el ónix.
Al terminar de secarse deslió la toalla de su cabeza y se peinó el pelo para más tarde secarlo con secador. Sacó las planchas de un cajón y las enchufó a la corriente, cogió un peine y mechón a mechón se alisó el pelo. Se arregló el flequillo y fue a su habitación, se vistió con la ropa que había preparado, se calzó sus manoletinas azules y cogió las llaves de casa.
Al salir, cerró la puerta y montó en el ascensor.
Pisó el asfalto mojado por la lluvia de la noche anterior y se dirigió a la estación de metro más cercana, en la que había quedado con él.
Ahí estaba, esperándola sentado en una barandilla. Ella se acercó y cuando él se dio cuenta de su presencia se le dibujo una pequeña sonrisa en la cara.
Y los dos juntos, de la mano, fueron a enfrentarse a su mayor enemigo: El Tiempo.
1 comentario:
Yo le habría agarrado fuerte de la mano y le habría pedido que me despeinara hasta las pestañas.
(sonrisademamut)
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